Los avances en la investigación de células madre han hecho posible convertir células de piel de un paciente en células del corazón, del hígado y otras más en una placa de laboratorio (caja de Petri), proporcionando esperanzas a los investigadores de que un día tales células puedan reemplazar el trasplante de órganos para pacientes a los que les ha fallado el suyo. Pero injertar con éxito estas células en los órganos deficientes de los pacientes ha venido siendo un reto clínico importante.
Ahora el equipo de Holger Willenbring, de la Universidad de California en San Francisco, Estados Unidos, ha demostrado en ratones que es posible generar nuevas células de hígado sanas dentro del propio órgano, haciendo innecesario el injerto. Más aún, lo hicieron convirtiendo las propias células que impulsan la enfermedad hepática, reduciendo por tanto el daño en el hígado y mejorando la función hepática al mismo tiempo. La técnica aprovecha una tecnología de suministro vírico de genes que ya ha sido inicialmente validada en pacientes para terapias genéticas dirigidas al hígado, lo que sugiere que podría ser fácilmente convertida en una terapia para pacientes con ciertas enfermedades hepáticas.
Parte de la razón por la que esto funciona es que el hígado es un órgano que se regenera de forma natural, así que puede acoger sin muchos problemas a nuevas células. Lo que ha fascinado al equipo de Willenbring es que las células transformadas no solo se integran funcionalmente en el tejido hepático sino que también se dividen y expanden, lo que lleva a la formación de parcelas de nuevo tejido de hígado.
Mucha gente en el mundo (más de 600.000 pacientes solo en Estados Unidos) sufre cirrosis. La única cura disponible es un trasplante de hígado, pero la escasez de donantes significa que solo unos pocos pacientes se benefician de esta terapia cada año, y que muchos fallecen.
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